Las alas de las polillas

Hay poetas que no son un poeta sino muchos poetas camuflados en el cuerpo de uno. Amanda Sorokin. Poetas que llegan a la poesía como polizones y solo cuando están dentro de ella, sobre ella, se dan cuenta de que era ahí a donde iban, que Sísifo y Kerouac y el Kublai Kan y todos los viajeros de todos los tiempos no eran más que señales para que llegara al fin a su sitio en el mundo, cargando como una frase dulce y lapidaria el lezamiano «Aquí llegamos, aquí no veníamos». Amanda Sorokin. Hay poetas y poetas, poetas que desde el primer libro avisan, «Hola, llegué para quedarme». Amanda Sorokin. Abran al azar este poemario. Lean versos como «a veces se me escapa el cuerpo por la boca», «silencio negro de autobús nocturno / llanto ligero de final de fiesta», «de un mordisco acabas de dejarme sin poemas tristes», «los buenos comienzos son también buenos finales» y acepten que ella, Amanda Sorokin, tiene muchos poemas que decir todavía, y muchos lectores que descubrir, porque la necesitan.

Alexis Díaz-Pimienta

FormatoPáginasFecha de publicaciónISBNPrecioColección
120×170 mm60noviembre de 2021978-84-127079-3-910 €Amarilla (volumen 24)
Amanda Sorokin
Amanda Sorokin es uno de los heterónimos de María Esteban Becedas (Salamanca, 1995), con quien comparte solo la mitad de su biografía y educación sentimental. Estudió Filología Románica entre Salamanca, Coventry, Barcelona y Madrid, antes de embarcarse en una tesis doctoral sobre poesía y canción de autor extremadamente interesante y que no convence a casi nadie. Ha trabajado como azafata de congresos, actriz de doblaje, traductora literaria, correctora ortotipográfica, curadora de canciones y librera de viejo. Habla cinco lenguas vivas y dos muertas pero no ha aprendido a sujetar bien el lápiz. Tampoco toca la guitarra. Abandonó el tiro con arco. Las alas de las polillas, escrito durante su estancia en Barcelona y unas breves vacaciones en Siracusa, es su primer libro editado.